domingo, 24 de enero de 2016

¿Quién hace avanzar al barco? "The Hairy Ape"

   
   Hubo una etapa en mi vida en que no hice otra cosa que perder el tiempo viendo películas. Fueron esos días vacíos que siguieron a mi licenciatura del servicio militar hasta que encontré mi propio camino. 
   Días de VHS, de películas subtituladas a la una de la madrugada en la segunda cadena, de noches enteras en el salón de casa de mis padres mientras me hacía acompañar por la televisión hasta que me sorprendía el amanecer por la ventana.

   Fueron muchísmas películas las que vi en aquella etapa. Me tragaba todo lo que ponían. Recuerdo ver las versiones mudas de Ben Hur y Los Diez Mandamientos, o El Puente, una cinta alemana de postguerra sobre las juventudes hitlerianas.

   Había una que recordaba especialmente, cuyas antiguas imágenes en blanco y negro se me habían quedado grabadas, pero que no sabía ni como se llamaba. 
   Sólo recordaba que estaba protagonizada por William Bendix, ese eterno secundario (precedente del estereotipo Ernest Borgnine) que yo había conocido gracias al Brigada 21 de Wyler.


   
   Ahora, gracias a internet he podido indagar sobre la cinta y no sólo descubrir de que película se trataba, sino también volver a verla.

   "The Hairy Ape"  (El Mono Peludo) de 1944, que en España recibió el desafortunado título de "Pasión Salvaje", es un film dirigido por Alfred Santell basado en una obra de Eugene O´Neill y protagonizado (efectivamente) por William Bendix y Susan Hayworth.

   Tras volver a verla ayer he comprendido el porqué la recordaba tan especialmente. No porque fuera buena película, que no lo es. La realización de Santell es bastante mediocre, el guión suena a adaptación apresurada, los actores hacen lo que pueden y el acabado final de la cinta destila falta de amor y desinterés.

   ¿Entonces?

El mensaje.
   La historia de Eugene O´Neill constituye toda una metáfora sobre la lucha de clases, sobre el proletariado y la clase dirigente.

   William Bendix es Hank, un embrutecido fogonero que trabaja en las calderas de un barco sobre cuya cubierta se pasea con su abrigo de visón Mildred (Susan Hayworth), frívola señorita de la alta sociedad. 



   Asisitimos paralelamente a ambas tramas.
Mientras el marinero habita en un subsuelo infernal, cubierto de hollín, trabajando duramente a base de paladas de carbón que alimentan las calderas del barco, la chica pija y mona escapa del tedio y del aburrimiento del viaje entreteniéndose en quitarle el novio, capataz de los marineros, a su mejor amiga.

   Pero Hank lleva consigo la bandera del héroe de la clase trabajadora, el orgullo del esclavo, compitiendo con un entusiasmo casi fanático con sus compañeros por ver quien trabaja más, en dar mas paladas de carbón que nadie.
"Yo soy el que mueve el barco. Yo. No los de arriba. Ésos no sirven para nada. ¿quieren doce nudos de velocidad? Yo soy los doce nudos. Ellos son unos inútiles".

   El capataz les dirige con su silbato, pero Hank se reafirma: "¿Qué hace que el barco se mueva? ¿El silbato del capataz o mi carbón?".

   Sólo esta imagen ya vale por toda la película. Desgraciadamente Santell no supo sacarle el partido visual que la escena demandaba.

   Mientras esto sucede, Mildred se aburre y convence con su frívola sensualidad al capataz para que le permita visitar las calderas.
   Vestida con un impoluto vestido blanco, desciende hasta el submundo y allí encuentra la violencia y la embrutecida vida diaria de los fogoneros.
   Hank la ve, blanca y limpia entre el carbón, y como un animal sucio de hollín se acerca a ella.
Mildred se horroriza y le insulta: "¡Mono peludo! ¡Animal asqueroso!".



  A partir de entonces todo el orgullo de clase eclosiona en Hank. ¿Como se atreve la pija esa que no ha trabajado en su vida a insultarle? Él es quien hace avanzar el barco, no ella. Él no es un mono peludo, es el corazón del barco.

La obsesión del marinero llega a tal que, al desembarcar, planea asesinarla.

Y el resto no se lo cuento. Tendrán que verla.

   "The Hairy Ape" me resulta una fascinante apuesta perdida, de la que se impone ya un remake en condiciones. 
Tanto remake inútil y sin sentido con el que Hollywood ha tenido a bien torturarnos y luego, de lo que realmente hace falta, nadie lo hace.

En fin. Seguiremos esperando.